13 septiembre 2007

Fragmentos sobre Witold Gombrowicz

















"La faceta que han querido implantar los Estudios Culturales es una norma progresista, políticamente correcta, moralista; que olvida el matiz conflictivo de la Cultura. En el ámbito de la literatura, este movimiento se traduce en una asfixiante marea de textos que, de antemano, construyen su receptor, se generan con la vista puesta en un tipo de lector que halla en las fórmulas la satisfacción de unas necesidades pre-construidas. Frente a la excesiva correspondencia de estímulos, de formas y públicos, ¿cómo sobrevive la literatura a la imposiciones categóricas que el mismo mercado impone?, ¿cómo manifiesta su ‘parte maldita’ en el juego de coincidencias, de escrituras naturalizadas a la idea del consumidor, al designio, al parecer, pleno de la industria cultural en cuanto a sus posibilidades, efectos, exigencias, necesidades y falencias?. Estas cuestiones resultan trascendentes en tiempos en que intención y escritura corren paralelas en busca de su destinatario, construyen su público con perfiles perfectamente identificables, coincidentes, irreprochables, al tiempo que la crítica se torna una transacción de influencias, una lectura impotente en relación a su sentido histórico y necesario. Sin oposiciones de ningún tipo, surgen al alero de los best-sellers otros fenómenos que logran instalarse en el curso inocuo de la Cultura. Destellan los mágicos dramas infanto-juveniles, los arrebatos en tonos pastel de la reciente historia política de Chile, la impotente escritura progre y la poesía de ánimo proletario confundida con el espíritu del arte por el arte. Breves pero certeros síntomas de la restricción que se impone violentamente sobre el carácter perverso de la literatura, transformándola en algo simple e infinitamente aburrido. En estas condiciones, nos interesa volver sobre el proyecto literario de Witold Gombrowicz, pues creemos que en su escritura subyacen formas de hacer frente a las condiciones de la literatura en la actualidad. Un proyecto literario marcado por constantes identitarias que juegan siempre una apuesta particular; que exhibe un gesto que se aventura en una mezcla de quinismo y voluntad poética de vastas posibilidades. Operar sobre la obra del escritor polaco una imaginación histórica en el sentido ‘benjaminiano’ de una memoria anticipada, capaz de entender las ruinas del pasado como el momento de riesgo del presente que compromete la propia existencia del futuro, reinscribiéndolo a través tanto de sus condiciones, por ejemplo, el exilio, así como de sus búsquedas, por ejemplo, la inmadurez, en un diálogo más fructífero con la cultura crítica contemporánea".





"El caso de Gombrowicz, exiliado en la Argentina, “es como un naufrago que aprende a vivir en cierto sentido con la tierra firme, no sobre ella, no como Robinson Crusoe, cuya meta es colonizar su pequeña isla, sino más bien como Marco Polo, cuyo sentido de lo maravilloso nunca le abandona y es siempre un viajero, un huésped provisional, no un aprovechado, conquistador o invasor”. El gesto de Gombrowicz se articula a partir de la memoria en tanto espacio. Su deriva por la tierra nueva permite, en consonancia con el recuerdo rememorativo, reconstruir aquel proyecto literario iniciado en 1937, trazar las primeras líneas de un ejercicio extensivo, de modo que el pasado no se transforme en añoranza paralizante, sino asumiendo los rasgos del encuentro entre el origen y el destino. Una de las cualidades que propician este modo de asumir la situación es la procedencia, pues Gombrowicz no llega desde las capitales centrales de Europa, sino de la indeterminada y siempre vapuleada Polonia; por lo tanto, su exilio debe entenderse como una exageración de la condición previa, no como un quiebre radical, sino una puesta en evidencia de su doble condición marginal. En este sentido, Ricardo Piglia ha establecido una relación luminosa a partir del ensayo de Borges, “El escritor argentino y la tradición”. En él, Borges señala la capacidad de las culturas marginales, secundarias de un manejo propio de la tradición, nuevas formas de uso de la herencia cultural en tensión con las tradiciones dominantes. En este espacio sitúa la tradición argentina, irlandesa, judía, a las que Piglia suma la literatura polaca, con énfasis en Gombrowicz, quien anota en su “Diario”: “Sería que esa latinidad americana complementaba de algún modo mi polonidad?”"





"La búsqueda identitaria de Gombrowicz se perfila hacia terrenos más profundos que los establecidos occidentalmente. Construye una poética del comenzar que tiene como punto de partida una ruptura con la tradición que lo alberga; una ruptura que bucea en las aguas del autodesnudamiento, en lo informe del individuo reconociendo la ‘inmadurez’ como una condición inherente a él y de la cual debe extraer una teoría sensible del mundo de acuerdo a la cual aún es posible revertir, y no sólo diagnosticar, lo mecánico, lo formado, lo clausurado, en definitiva, lo no libre de nuestro comportamiento. Como señala Juan José Saer, “inmadurez es el rechazo de toda esencia anticipada”, rechazo que surge “cuando se cree ser algo, ser alguien” y “se corre el riesgo, luchando por acomodar lo indistinto del propio ser a una abstracción, de transformarse en arquetipo, en caricatura”. La mirada cáustica de Gombrowicz definía el estado de la Cultura y la Literatura en estos términos, así como la organización social, de la cual sugiere estar planificada como un sistema de explotación de los jóvenes por parte de los adultos. “Opté por huir -señala Gombrowicz- hacia la juventud dando portazos tras de mí. Siempre me había sentido inclinado a buscar en la juventud -la mía o la de otros- un refugio contra la cultura". Esta huida de la Cultura define, por otra parte, la naturaleza primigenia de la inmadurez defendida por Gombrowicz, pues la opone a una ‘inmadurez’ impulsada desde la Industria Cultural; un producto artificial, que busca imponer moldes, esquemas al ímpetu natural del sujeto por alcanzar su identidad en el marco de lo cotidiano. La ‘inmadurez’ de Gombrowicz aparece como una lucha constante del individuo con su propio desarrollo e inserción en lo social, mientras la ‘inmadurez’ mediática es la forma de revestir y positivizar el tránsito de un estadio a otro. Y anota en su “Diario”: “Es un hecho que los hombres están obligados a ocultar su inmadurez, pues a la exteriorización sólo se presta lo que ya está maduro en nosotros. “Ferdydurke” plantea esta pregunta: ¿no veis que vuestra madurez exterior es una ficción y que todo lo que podéis expresar no corresponde a vuestra realidad íntima? Mientras fingen ser maduros viven, en realidad, en un mundo bien distinto. Si no logran juntar de algún modo más estrecho esos dos mundos, la cultura será siempre para vosotros un instrumento de engaño”. Reluce aquí la imperiosa necesidad de comenzar de nuevo por mejores motivos. Esa es la búsqueda que plantea Gombrowicz al apelar a la inmadurez, a lo informe. “Sin el valor de anticipar suposiciones contrafácticas, la humanidad, tanto en sus culturales históricamente centrales, pero también y quizás en mayor medida en las culturas marginales, seguramente hace tiempo ya que habría perecido a manos de las experiencias heredadas, habría sucumbido por tristeza crepuscular, por el veneno cadavérico de la conciencia de los hechos. Los procesos de aprendizaje milenarios de la amargura la habrían cansado incurablemente de la vida. Sin embargo, la propuesta de Gombrowicz tiene un carácter regenerativo, concibiendo nuevas posibilidades de volver atrás las páginas de los capítulos de la Cultura y responder a la insípida tradición con el ímpetu de lo que aún no puede ser contenido en la idea. Dice Gombrowicz: “Ferdydurke” no sólo se ocupa de lo que podríamos llamar la inmadurez natural del hombre, sino, ante todo, de la inmadurez lograda por medios artificiales: es decir, que un hombre empuja al otro a la inmadurez y que también —¡qué raro!— del mismo modo actúa la cultura. Existen muchas razones por las cuales uno tiene interés en que otro caiga en la inmadurez, pero la más importante es nuestro amor por la inmadurez en sí. Ahora, la cultura infantiliza al hombre porque ella tiende a desarrollarse mecánicamente y por lo tanto le supera y se aleja de él”".








Fragmentos de "Exilio e Inmadurez: Doble Quiebre en Witold Gombrowicz"; texto leído en el V Congreso Internacional Chileno de Semiótica; 30 Agosto - 1º Sept., 2007. USACH.

Arthur Nersesian

En otra de sus facetas...









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