04 noviembre 2009

Escribís dormido

"Todos mis pensamientos duermen a tu lado
Y copian la forma de la letra de tu cuerpo tan liviano
Así es como se van volviendo palabras que cambian
A medida que cambia la posición de tus brazos y tus piernas
Me desespero por que no entiendo lo que dicen
En la oscuridad el reloj que te sacaste sobre la mesa de luz
El libro que siempre estas leyendo
No te molestes
No me des ningun regalo
Me alcanza saber que te dormías sobre las letras
Y no te despedías hasta que yo no lo hiciera".

Rosario Bléfari
"La música equivocada"

03 noviembre 2009

La moda estructuralista

Claude Lévi-Strauss (1908 - 2009)




"Indudablemente, desde pequeño me dediqué a coleccionar curiosidades exóticas; pero sólo se trataba de una ocupación de anticuario dirigida hacia terrenos donde no todo era inaccesible a mi bolsillo. En la adolescencia mi orientación continuaba aún tan indecisa, que el primero que se ocupó de formular un diagnóstico, mi profesor de filosofía de primer año —André Cresson—, me indicó los estudios jurídicos como lo que más se adaptaba a mi temperamento; lo recuer-do con gratitud a causa de la verdad a medias que este error ocultaba. Por lo tanto renuncié a la Escuela Normal y me inscribí en derecho al mismo tiempo que preparaba la licenciatura en filosofía, simplemente porque era muy fácil. Una curiosa fatalidad pesa sobre la enseñanza del derecho. Preso entre la teología, a la que en esa época lo unía su espíritu, y el periodismo, hacia quien lo va inclinando la reciente reforma, parecería que le resulta imposible situarse en un plano a la vez sólido y objetivo: pierde una de sus virtudes cuando trata de conquistar o retener la otra. El jurista, objeto de estudio para el sabio, me hacía pensar en un animal que pretendiera mostrar la linterna mágica al zoólogo. En esa época, felizmente, los exámenes de derecho se preparaban en quince días gracias a compendios que se aprendían de memoria. La clientela del derecho me disgustaba más aún que su esterilidad. Quizá la distinción no siga siendo válida, pero hacia 1928 los estudiantes de primer año de las diversas carreras se dividían en dos especies, o, podría decirse, en dos razas distintas: por un lado, derecho y medicina; por otro, ciencias y letras.
Por poco seductores que sean los términos «extravertido» e «intro-vertido», sin duda son los más adecuados para traducir la oposición. De un lado una «juventud» (en el sentido en que el folklore tradicional entiende este término para designar una clase de edad) ruidosa, agre-siva, preocupada por afirmarse aun al precio de la peor vulgaridad, políticamente orientada hacia la extrema derecha (de la época); del otro, adolescentes prematuramente envejecidos, discretos, retirados, habitualmente «a la izquierda», y preparándose ya para hacerse admi-tir entre esos adultos que ellos empeñosamente trataban de llegar a ser.
La explicación de esta diferencia es bastante simple. Los prime-ros, que se preparan para el ejercicio de una profesión, festejan con su conducta la emancipación de la escuela y una posición ya tomada en el sistema de las funciones sociales. Ubicados en una situación intermedia entre el estado indiferenciado de alumno de liceo y la actividad especializada a la que se destinan, se sienten marginales y reivindican los privilegios contradictorios propios a una y a otra condición.
Por el contrario, en letras y ciencias, las salidas habituales: pro-fesorado, investigación y ciertas carreras imprecisas, son de otra natu-raleza. El estudiante que las elige no dice adiós al universo infantil, más bien queda apegado a él. El profesorado ¿no es acaso el único medio que se ofrece a los adultos para permanecer en la escuela? El estudiante en ciencias o en letras se caracteriza por una suerte de rechazo que opone a las exigencias del grupo. Una reacción casi conventual lo lleva a replegarse temporaria o duraderamente en el estudio, preservación y transmisión de un patrimonio independiente del tiempo. En cuanto a los futuros sabios, su objeto es conmensu-rable solamente a la duración del universo. Por lo tanto nada hay más vano que persuadirlos para que se comprometan; aun cuando creen hacerlo, su compromiso no consiste en aceptar un hecho, en identificarse con una de sus funciones, en asumir sus probabilidades y riesgos personales, sino en juzgarlo desde afuera y como si ellos no formaran parte; su compromiso es una manera más de permanecer desligados. Desde este punto de vista, la enseñanza y la investigación no se confunden con el aprendizaje de un oficio. Su grandeza y su miseria consisten en ser o bien un refugio o bien una misión".

Claude Lévi-Strauss
"Tristes Trópicos"

"Subir es mas viejo que bajar"

"Hay que reconocer que subir es más viejo que bajar,
pienso mientras me hundo
en el recuerdo de algo feliz y tan menor
que podría dedicarle la vida a su veneno:
escribir, leer, abandonarse, bebiendo, y ocasionalmente
girar la cabeza sobre un hombro y preguntar "¿qué?"
con los ojos apenas entreabiertos.
La casa es linda, hay tiempo para todo.
El equipo suena bien.
Hacemos lo que nos gusta hacer.
Y de pronto no pasa nada.
Ninguna garra se apoya sobre mi hombro.
Por más que lo intento
no puedo decir que alguien me sacude,
ni que abro los ojos y la veo a ella,
la que me odia, la que me amó"

Sergio Bizzio
"Te desafío a correr como un idiota por el jardín"

28 agosto 2009

"Estrategias subversivas"

"La dosificación de las indirectas, los anatemas, las burlas y los sarcasmos es delicada. El cínico deambula por este arsenal con la implacable voluntad de lucidez que lo caracteriza. Ninguno de sus gestos puede disociarse de una preocupación pedagógica: el filósofo quiere enseñar, mostrar, desconcertar y despertar la conciencia. El sarcasmo y las bromas, la causticidad y la sátira suponen la psicogogía, desnudar lo que se presenta como evidente. La subversión cínica, manifestada a través del juego de palabras, el humorismo y la ironía, apunta contra el bovarismo, cosa que el fundador del concepto –Jules De Gaultier- había visto muy bien. El cínico, escribe de Gaultier, tiene "la visión clara y se niega a dejarse dominar por la sugestión colectiva que los demás individuos mantienen con fervor".-" Y agrega: "Hacer acto de cinismo respecto de muchas de las presunciones del bovarismo es sencillamente hacer acto de análisis, es desmontar y mostrar así los artificios que, como un motor, establecen las condiciones que habilitan y hacen funcionar aquellas presunciones; esto basta para dejarlas fuera de servicio".-" El desmontaje se efectúa pues mediante estos nuevos conceptos operativos, como la risa, la ironía, el humorismo, el juego de palabras: burla antes que dialéctica, tomadura de pelo antes que retórica, bufonerías en lugar de disertaciones, y caricaturas en vez de demostraciones. Pagando ese precio, Diógenes desnuda, muestra los nervios, los músculos y los huesos que están debajo de la piel. Expone directamente los mecanismos y el mundo en toda su ingenuidad, la existencia en su aspecto grotesco, lo real en su acepción más cruel. Disipando así el velo de la ilusión, los cínicos pueden excavar más hondo: mientras se manifiestan a través de la ironía, hurgan profundamente en el sustrato de nuestra civilización para atacar sus cimientos y sus tabúes".

Michel Onfray
"Cinismos: Retrato de los filósofos llamados perros"

"Me ví como un condenado, sentí lástima"




"La evidencia atroz de que he estado engañándome a mí mismo toda la vida al pensar que es necesario hacer siempre otra cosa para que el espectáculo continuara y ahora no soy más que un payaso harto y enfermo, igual que todos los demás - Todo todo eso, deplorable y patético como es, ni siquiera anima ninguna clase de sentido común que atine a consolar al alma en esta condición horrible y siniestra (de fatal desánimo), me quedo entonces sentado en la arena después de haberme casi desvanecido y miro fijamente las olas que de pronto dejan de ser olas, entonces me pregunto cuál habrá sido la expresión más melosa, humillada y torturada que Dios, si Él existe, vio en su carrera cinematográfica - Éh vache, odio escribir - Todos mis trucos habían sido revelados, y la evidencia de su revelación revelaba una profunda charlatanería y simulación - El mar parece gritarme OBEDECE A TUS DESEOS NO TE QUEDES AQUÍ PERDIENDO EL TIEMPO - Después de todo, el mar es como Dios, Dios no nos pide que nos desanimemos y suframos y nos sentemos frente al mar a la noche tarde cuando hace frío para transcribir sonidos inútiles, al contrario, nos dió la herramienta de la confianza para guiarnos a través de la corrompida vida mortal hacia el Paraíso, por lo menos eso espero - Ah, la vida es una puerta, una senda, un camino al Paraíso, por qué no vivir para gozar la diversión y la alegría y el amor o alguna mujer junto al fuego del hogar, por qué no obedecer al deseo y REÍR... pero me escapé de la costa y nunca regresé sin esa certeza: que el mar no quiere que yo esté allí, que me comporté como un idiota sentándome en primera fila, el mar tiene su momento de olas, y el hombre el suyo de fuego en el hogar"

Jack Kerouac
"Big Sur"

19 agosto 2009

de "Un paseo por la literatura"

"...7. Soñé entonces que visitaba la mansión de Alonso
de Ercilla. Yo tenía sesenta años y estaba despeda-
zado por la enfermedad (literalmente me caía a pe-
dazos). Ercilla tenía unos noventa y agonizaba en
una enorme cama con dosel. El viejo me miraba des-
deñoso y después me pedía un vaso de aguardiente.
Yo buscaba y rebuscaba el aguardiente pero sólo
encontraba aperos de montar.

...14. Soñé que estaba soñando, habíamos perdido la
revolución antes de hacerla y decidía volver a casa. Al
intentar meterme en la cama encontraba a De Quin-
cey durmiendo. Despierte, don Tomás, le decía, ya
va a amanecer, tiene que irse. (Como si De Quincey
fuera un vampiro.) Pero nadie me escuchaba y volvía
a salir a las calles oscuras de México DF.

...28. Soñé que tenía dieciséis y que Martín Adán me
daba clases de piano. Los dedos del viejo, largos
como los del Fantástico Hombre de Goma, se hun-
dían en el suelo y tecleaban sobre una cadena de
volcanes subterráneos.

...34. Soñé que era un detective latinoamericano muy
viejo. Vivía en Nueva York y Mark Twain me con-
trataba para salvarle la vida a alguien que no tenía
rostro. Va a ser un caso condenadamente difícil, se-
ñor Twain, le decía.

...37. Soñé que follaba con Carson McCullers en una
habitación en penumbras en la primavera de 1981.
Y los dos nos sentíamos irracionalmente felices.

...57. Soñé que Georges Perec tenía tres años y lloraba
desconsoladamente. Yo intentaba calmarlo. Lo toma-
ba en brazos, le compraba golosinas, libros para pin-
tar. Luego nos íbamos al Paseo Marítimo de Nueva
York y mientras él jugaba en el tobogán yo me decía
a mí mismo: no sirvo para nada, pero serviré para
cuidarte, nadie te hará daño, nadie intentará matar-
te. Después se ponía a llover y volvíamos tranquila-
mente a casa. ¿Pero dónde estaba nuestra casa?

Roberto Bolaño
"Tres"

Modern Drunkard Magazine









"...Asking a bar to “bail out” your tab doesn’t work.
Trust me.

Consider building your own still.
All you need to do is read a couple books, get the parts, find a welder you can trust, mix up some mash and, uh — that ain’t gonna happen.

...Instead of spreading your money around, spend all your dough at one bar.
Regulars get benefits.

If your home is about to get repossessed, make sure you throw one last kick-out-the-jams party before you go.
And by jams I mean windows.

...Liquor stores are not always a better deal than bars.
When was the last time a liquor store comped part of your bill?

You can wheedle free drinks out of the bartender by telling him you just got laid off.
And in this kooky economy, it’s entirely possible you’ll get laid off more than once a week.

Better a poor man drunk than a rich man sober.
Think about it.

Consider getting a bar job.
It’s recession proof, especially if they don’t keep tight inventory.

Better times are just around the corner.
You know the place".

Este estupendo texto, completo, en "Modern Drunkard Magazine"

17 agosto 2009

"Lo que queda de Auschwitz"

"Uno de los equívocos más comunes -y no sólo en lo que se refiere a los campos- es la tácita confusión de categorías éticas y de categorías jurídicas (o, peor aún, de categorías jurídicas y categorías teológicas: la nueva teodicea). Casi todas las categorías de que nos servimos en materia de moral o de religión están contaminadas de una u otra forma por el derecho: culpa, responsabilidad, inocencia, juicio, absolución... Por eso es difícil utilizarlas si no es con especial cautela. La realidad es que, como los juristas saben perfectamente, el derecho no tiende en última instancia al establecimiento de la justicia. Tampoco al de la verdad. Tiende exclusivamente a la celebración del juicio, con independencia de la verdad o de la justicia. Es algo que queda probado más allá de toda duda por la fuerza de cosa juzgada que se aplica también a una sentencia injusta. La producción de la res judicata, merced a la cual lo verdadero y lo justo son sustituidos por la sentencia, vale como verdad aunque sea a costa de su falsedad e injusticia, es el fin úl-timo del derecho. En esta criatura híbrida, de la que no es posible decir si es hecho o norma, el derecho se aquieta: no le es posible ir más allá.
En 1983, el editor Einaudi solicitó a Primo Levi que tradujera El proceso de Kafka. Sobre esta obra se han ofrecido infinitas interpretaciones, que acentúan su carácter profético político (la burocracia moderna como mal absoluto) o teológico (el tribunal es el Dios oculto) o biográfico (la condena es la enfermedad por la que Kafka se sentía afectado). Pocas veces se ha hecho notar que este libro, en el que la ley se presenta exclusivamente en la forma del proceso, contiene una intuición profunda sobre la naturaleza del derecho, que no es aquí tanto norma según la opinión común- cuanto juicio y, en consecuencia, proceso. Pero si la esencia de la ley de toda ley es el proceso, si todo el derecho (y la moral que queda contaminada por él) es sólo derecho (y moral) procesal, ejecución y transgresión, inocencia y culpabilidad, obediencia y desobediencia se confunden y pierden importancia. “El tribunal no quiere nada de ti. Te recibe cuando vienes y te despide cuando te vas”. El fin último de la norma es la producción del juicio; pero éste no se propone ni castigar ni premiar, ni hacer justicia ni descubrir la verdad. El juicio es en sí mismo el fin y esto como se ha dicho- constituye su misterio, el misterio del proceso.
Una de las consecuencias que cabe extraer de esta naturaleza autorreferencial del juicio -y el que la ha extraído ha sido un gran jurista italiano- es que la pena no sigue al juicio, sino que éste es él mismo la pena (nullum judicium sine poena). "Se podría decir incluso que toda la pena está en el juicio, que la pena impuesta la prisión, el verdugo sólo interesa en la medida en que es, por decirlo así, una prolongación del juicio (piénsese en el término ‘ajusticiar’, giustiziare)" (Satta, p. 26). Pero lo anterior significa también que "la sentencia de absolución es la confesión de un error judicial", que "cualquiera es íntimamente inocente", pero que el único inocente verdadero "no es el que es absuelto, sino el que pasa por la vida sin juicio" (Ibid, p. 27)".

Giorgio Agamben
"Lo que queda de Auschwitz: el archivo y el testigo. Homo Sacer III"

16 agosto 2009

VI

"Articular históricamente el pasado no significa conocerlo 'como verdaderamente ha sido'. Significa apoderarse de un recuerdo tal como éste relampaguea en un instante de peligro. Al materialismo histórico le concierne aferrar una imagen del pasado tal como ésta le sobreviene de improviso al sujeto histórico en el instante del peligro. El peligro amenaza lo mismo al patrimonio de la tradición que ha quienes han de recibirlo. Para ambos es uno y el mismo: prestarse de herramienta a la clase dominante. En cada época ha de hacerse el intento de ganarle de nuevo la tradición al conformismo que está a punto de avasallarla. Pues el Mesías no viene sólo como redentor; viene como vencedor del Anticristo. Sólo tiene el don de encender en el pasado la chispa de la esperanza aquel historiador que esté traspasado por la idea de que tampoco los muertos estarán a salvo del enemigo cuando éste venza. Y este enemigo no ha cesado de vencer".

Walter Benjamin
"La dialéctica en suspenso"

01 julio 2009

El Planeta Enfermo




"El optimismo científico del siglo XIX se ha desmoronado en tres puntos esenciales. En primer lugar, la pretensión de garantizar la revolución como solución feliz de los conflictos existentes (la ilusión hegeliano-izquierdista y marxista; la menos compartida por la intelectualidad burguesa, pero la más rica y, después de todo, la menos ilusoria); segundo, la visión coherente del universo y aun simplemente de la materia; y tercero, el sentimiento eufórico y lineal del desarrollo de las fuerzas productivas. Si llegamos a dominar el primer punto, habremos resuelto el tercero; más adelante sabremos hacer del segundo nuestro asunto y nuestro juego. No hay que curar los síntomas, sino la enfermedad misma. Hoy en día el miedo está en todas partes, y no vamos a salir de él más que confiándonos a nuestras propias fuerzas, a nuestra capacidad de destruir toda alienación existente y toda imagen del poder que se nos haya escapado. Sometiéndolo todo, exceptuando a nosotros mismos, al solo poder de los consejos de trabajadores que posean y reconstruyan en cada instante la totalidad del mundo; es decir, a la verdadera racionalidad, a una legitimidad nueva".

Guy Debord
"El Planeta Enfermo"

08 junio 2009

Rompepistas




"Estoy sentado, solo, en la valla del estadio de Deporte. Bebiéndome una Xibeca a mi bola, y a punto de llorar, pero que no. Que no voy a llorar.
No veo mucho, sin lupas pero me esfuerzo. Los Cuellos se juntan y se separan en el campo siguiendo unos códigos que no soy capaz de descifrar. Es una baile del que desconozco los pasos, un grupo y otro se apiñan en medio del campo como dos manos que3 uniesen sus dedos, y de la piña resultante salen dos colas, a cada uno de los lados, y no sé por qué pienso en la Osa Mayor. El Carro. Y miro al suelo y lo busco, pero no lo encuentro. Hay demasiada mierda: el humo de las fábricas textiles, de La Seda de Barcelona, oculta el universo, el exterior. Aislados.
Me he negado toda la vida a entender los pasos de baile que se desarrollan en el césped, pero no puede ser tan complicado, Física Cuántica no es, seguro.
Y las colas se separan de las piñas y corren, en fila transversal, por el campo, desordenándose de golpe como hormigas que ven su procesión interrumpida por el palo de un niño. Y luego se vuelven a unir, y el balón va pasando de mano en mano, balanceado como un bebé. De algún modo y de repente parece incluso divertido; imagino que lo es, si es que logras encontrarle un sentido a lo de transportar el balón de una punta a otra del campo.
Una vez más, pienso en cómo me gustaría ser uno de esos Cuellos felices.
Pero no lo soy, y estoy a punto de aceptarlo de manera perpetua. Y me da igual. Por eso me estoy emborrachando como si fuese una divorciada cuarentona, y encima con el culo partido en cuatro en esta valla incomodísima.
Hago gárgaras de cerveza medio caliente y espumosa de balancearla arriba y abajo en mi boca. Y pienso en Carnaval. Hay momentos en la vida, como dijo mi abuelo cuando me habló de la guerra civil, en que tener la razón no sirve de nada. En que tener la razón no te va a hacer sentir mejor. En que ganar una conversación te va a hacer sentir como una basura, como una rata muerta en la boca de un gato callejero, como una vomitona, como una porquería.
La verdad es que preferiría no tener razón, pero la tengo. Por una vez que no la quería, la tengo de forma incontrovertible. Y sin posibilidad de devolución. Qué asco de vida, ésta. Qué asco de moraleja. Una frase para contarles a mis nietos, una frase de sabiduría aprendida a puñetazos: A veces, tener razón es lo de menos. A veces, ganar en discusiones es lo último que quieres hacer. Ahora tengo razón, y no tengo a Carnaval. Ni, obviamente, a Clareana. Felicidades, tío".

Kiko Amat
"Rompepistas"

20 marzo 2009

Cuando digo...

"Cuando digo «más que crítica», sobreentiendo «deconstructiva» (¿por qué no decirlo directamente y sin perder tiempo?). Apelo al derecho a la deconstrucción como derecho incondicional a plantear cuestiones críticas no sólo a la historia del concepto de hombre sino a la historia misma de la noción de crítica, a la forma y a la autoridad de la cuestión, a la forma interrogativa del pensamiento. Porque eso implica el derecho de hacerlo afirmativa y performativamente, es decir, produciendo acontecimientos, por ejemplo, escribiendo y dando lugar (lo cual hasta ahora no dependía de las Humanidades clásicas o modernas) a obras singulares. Se trataría, debido al acontecimiento de pensamiento que constituirían semejantes obras, de hacer que algo le ocurriese, sin necesariamente traicionarlo, a ese concepto de verdad o de humanidad que conforma los estatutos y la profesión de fe de toda universidad. Ese principio de resistencia incondicional es un derecho que la universidad misma debería a la vez reflejar, inventar y plantear, lo haga o no a través de las facultades de Derecho o en las nuevas Humanidades capaces de trabajar sobre estas cuestiones de derecho -esto es, por qué no decirlo de nuevo sin rodeos, de unas Humanidades capaces de hacerse cargo de las tareas de deconstrucción, empezando por la de su historia y sus propios axiomas. Consecuencia de esta tesis: al ser incondicional, semejante resistencia podría oponer la universidad a un gran número de poderes: a los poderes estatales (y, por consiguiente, a los poderes políticos del Estado-nación así como a su fantasma de soberanía indivisible: por lo que la universidad sería de antemano no sólo cosmopolítica, sino universal, extendiéndose de esa forma más allá de la ciudadanía mundial y del Estado-nación en general), a los poderes económicos (a las concentraciones de capitales nacionales e internacionales), a los poderes mediáticos, ideológicos, religiosos y culturales, etc., en suma, a todos los poderes que limitan la democracia por venir".

Jacques Derrida
"La Universidad sin condición"

03 marzo 2009

El mito

"El mito, el absoluto unitario donde las contradicciones del mundo se encuentran ilusoriamente resueltas, la visión armoniosa y armonizada a cada instante donde el orden se contempla y se refuerza, he aquí el lugar de lo sagrado, la zona extrahumana de la que con todo cuidado se ha desterrado, entre otras revelaciones, la revelación del movimiento de apropiación privativa. Nietzsche lo vio claramente cuando escribió: "Todo devenir es una emancipación culpable con respecto al ser eterno que hay que pagar con la muerte". Cuando la burguesía quiso sustituir el Ser puro del feudalismo por el Devenir, se limitó a desacralizar el ser y a resacralizar en su provecho el Devenir, su devenir elevado así a la condición de Ser, no ya de la propiedad absoluta, sino de la apropiación relativa; un pequeño devenir democrático y mecánico, con su noción de progreso, de mérito y de sucesión causal. Lo que el poseedor vive se lo disimula. Ligado al mito por un pacto de vida o muerte, le está prohibido tomar un bien para su goce positivo y exclusivo si no lo hace a través de la apariencia de vivir su propia exclusión -¿y no es a través de esta exclusión mítica como los no poseedores captarán la realidad de su exclusión?-. El poseedor lleva la responsabilidad de un grupo, asume la dimensión de un dios. Sometido tanto a su bendición como a su venganza, se inviste de prohibiciones y se consume en ellas. Modelo de dioses y de héroes, el amo, el poseedor es el verdadero rostro de Prometeo, de Cristo y de todos los que se sacrifican espectacularmente permitiendo que la gran mayoría de los hombres no deje de sacrificarse a los amos, a la extrema minoría (convendría, por otra parte, matizar el análisis del sacrificio del Propietario: en el caso de Cristo ¿no hay que admitir más bien que se trata del hijo del propietario? Ahora bien, como el propietario sólo puede sacrificarse en apariencia asistimos, cuando la coyuntura lo exige imperiosamente, a la inmolación efectiva del hijo del propietario, puesto que él no es más que un propietario inacabado, un esbozo, una simple esperanza de propiedad futura. En esta dimensión mítica hay que comprender la famosa frase de Barrés, periodista, cuando la guerra de 1914 vino por fin a colmar sus deseos: "Nuestra juventud, como convenía hacer, ha ido a derramar nuestra sangre a chorros"). Este juego un tanto repugnante conoció, antes de incorporarse a los ritos y al folklore, una época heroica en la que ritualmente se mataba a los reyes y a los jefes de las tribus conforme a su "voluntad". Los historiadores aseguran que se llegó rápidamente a reemplazar los augustos mártires por prisioneros, esclavos o criminales. Desaparecido el suplicio, la aureola permaneció".

Raoul Vaneigem
“Banalidades de base”

5

"Hace unos años, me fui después de vender a la tanguería que está frente a la plaza de Almagro.
Me mandé para el fondo. Por suerte conseguí una silla contra la pared. No paraba de llegar gente. Cada vez que terminaba un tango, la tertulia explotaba. Eran como intervalos de una película. Si fuera así, ésta se proyectaba cerca de la ventanita, sobre una pantalla hecha de humo de cigarrillos.
De pronto, el viejo cantor empezó:
-Lástima, bandoneón, mi corazón…
No lo aguanté. Entonado por la cerveza, me puse de pie y grité-
-¡Paren!
La gente, que colmaba el bolichito, desconcertada al principio, me miraba después con ojos acusadores:
-¿Qué pasa, borracho?
Mire fijo al cantor.
-Por favor, no toques ese tango que me mata.
La acusación daba lugar a la curiosidad y el bar se llenó de silencio.
-Lo que pasa –seguí- es que me trae un recuerdo que no soporto, de una chica, una que amé tanto. Te pido que no lo cantes. Es una crueldad inútil.
La noche daba pie a la sensibilidad colectiva. Por eso, un poco con risa, un poco con ternura y algo de identificación, los asistentes, principalmente un grupo de chicos y chicas, vestidos de murga, pidieron:
-¡Hagan otro!
Una turista comenzó a sacarme fotos. El barullo se generalizaba y desde la barra gritaban cosas. El viejo cantor, tomando control de la situación, me dijo:
-A ver, ¿cómo te llamás vos?
-Juan Diego
-Bueno, sentate tranquilo. Ahora decime, ¿qué querés que toquemos?
-El motivo
El cantor miró al guitarrista y éste asintió con la cabeza.
Después le dijo:
-En Mi menor.
Entonces, como si fueramos una hinchada de fútbol, entre todos entonamos, casi hasta el grito:
-Mina que fue en otro tiempo…"

Juan Diego Incardona
“Objetos Maravillosos”