08 junio 2009

Rompepistas




"Estoy sentado, solo, en la valla del estadio de Deporte. Bebiéndome una Xibeca a mi bola, y a punto de llorar, pero que no. Que no voy a llorar.
No veo mucho, sin lupas pero me esfuerzo. Los Cuellos se juntan y se separan en el campo siguiendo unos códigos que no soy capaz de descifrar. Es una baile del que desconozco los pasos, un grupo y otro se apiñan en medio del campo como dos manos que3 uniesen sus dedos, y de la piña resultante salen dos colas, a cada uno de los lados, y no sé por qué pienso en la Osa Mayor. El Carro. Y miro al suelo y lo busco, pero no lo encuentro. Hay demasiada mierda: el humo de las fábricas textiles, de La Seda de Barcelona, oculta el universo, el exterior. Aislados.
Me he negado toda la vida a entender los pasos de baile que se desarrollan en el césped, pero no puede ser tan complicado, Física Cuántica no es, seguro.
Y las colas se separan de las piñas y corren, en fila transversal, por el campo, desordenándose de golpe como hormigas que ven su procesión interrumpida por el palo de un niño. Y luego se vuelven a unir, y el balón va pasando de mano en mano, balanceado como un bebé. De algún modo y de repente parece incluso divertido; imagino que lo es, si es que logras encontrarle un sentido a lo de transportar el balón de una punta a otra del campo.
Una vez más, pienso en cómo me gustaría ser uno de esos Cuellos felices.
Pero no lo soy, y estoy a punto de aceptarlo de manera perpetua. Y me da igual. Por eso me estoy emborrachando como si fuese una divorciada cuarentona, y encima con el culo partido en cuatro en esta valla incomodísima.
Hago gárgaras de cerveza medio caliente y espumosa de balancearla arriba y abajo en mi boca. Y pienso en Carnaval. Hay momentos en la vida, como dijo mi abuelo cuando me habló de la guerra civil, en que tener la razón no sirve de nada. En que tener la razón no te va a hacer sentir mejor. En que ganar una conversación te va a hacer sentir como una basura, como una rata muerta en la boca de un gato callejero, como una vomitona, como una porquería.
La verdad es que preferiría no tener razón, pero la tengo. Por una vez que no la quería, la tengo de forma incontrovertible. Y sin posibilidad de devolución. Qué asco de vida, ésta. Qué asco de moraleja. Una frase para contarles a mis nietos, una frase de sabiduría aprendida a puñetazos: A veces, tener razón es lo de menos. A veces, ganar en discusiones es lo último que quieres hacer. Ahora tengo razón, y no tengo a Carnaval. Ni, obviamente, a Clareana. Felicidades, tío".

Kiko Amat
"Rompepistas"