"Nosotros, decadentes, tenemos los nervios frágiles. Todo, o casi, nos hiere; y el resto no es sino una causa de irritación probable, por lo que prevenimos que nunca se nos toque. Soportamos dosis de verdad cada vez más reducidas, casi nanométricas en este momento, y antes que esto preferimos antídoto a raudales. Imágenes de felicidad, sensaciones plenas y bien conocidas, palabras suaves, sentimientos familiares, e interiores interiores, en resumen, narcosis por kilos, y sobre todo: nada de guerra, sobre todo, nada de guerra. Respecto a lo que puede ser expresado, todo este contexto amniótico-asegurador se reduce al deseo de una antropología positiva. Nosotros necesitamos que uno nos diga lo que es, «un hombre», lo que «nosotros» somos, lo que nos está permitido querer y ser. En definitiva, ésta es una época fanática en muchos aspectos y muy particularmente en este asunto del hombre, en el que uno sublima la evidencia del Bloom. La antropología positiva, en la manera en que domina, no es tal solamente en virtud de una concepción irénica, un poco tonta y amablemente católica, de la naturaleza humana: es positiva en primer lugar en la medida en que presta al «Hombre» cualidades, atributos determinados, predicados substanciales. Es por lo mismo por lo que incluso la antropología pesimista de los anglosajones, con su hipóstasis de los intereses, de las necesidades, del struggle for life, forma parte del proyecto de tranquilizarnos, pues provee también algunas convicciones practicables sobre la esencia del hombre.
Pero nosotros, nosotros que no queremos acomodarnos a ningún tipo de confort, que tenemos ciertamente los nervios frágiles, pero también el proyecto de hacerlos cada vez más resistentes, cada vez más inalterados, a nosotros, nos hace falta otra cosa muy diferente. Nos hace falta una antropología radicalmente negativa, nos hacen falta algunas abstracciones radicalmente vacías, suficientemente transparentes para impedirnos prejuzgar nada, una física que reserve a cada ser y a cada situación su disposición al milagro. Conceptos rompe-espejos para acceder, dar lugar a la experiencia. Para hacerse sus receptáculos.
De los hombres, es decir, de su coexistencia, no podemos decir nada que no nos sirva ostensiblemente de tranquilizante. La imposibilidad de augurar nada de esta implacable libertad nos lleva a designarla según un término no definido, una palabra ciega, por la que uno acostumbra a nombrar aquello de lo cual uno no comprende nada, porque uno no quiere comprender, comprender que el mundo nos requiere. Este vocablo es el de guerra civil. La opción es táctica; se trata de reapropiarse preventivamente de aquello de lo cual estarán necesariamente cubiertas nuestras operaciones".
Tiqqun
"Introducción a la guerra civil" (vía Caosmosis)