I. El crítico es un estratega en el combate literario.
II. Quien no pueda tomar partido, debe callar.
III. El crítico nada tiene que ver con el exégeta de épocas artísticas pasadas.
IV. La crítica debe hablar el lenguaje de los artistas. Pues los conceptos del cénacle son consignas. Y sólo en las consignas resuena el grito de combate.
V. La 'objetividad' deberá sacrificarse siempre al espíritu de partido cuando la causa de combate merezca realmente la pena.
VI. La crítica es una cuestión moral. Si Goethe no comprendió a Hölderlin ni a Kleistm ni a Beethoven y Jean Paul, esto no atañe a su comprensión del arte, sino a su moral.
VII. Para el crítico, sus colegas son la instancia suprema. No el público. Y mucho menos la posteridad.
VIII. La posteridad olvida o enaltece. Sólo el crítico juzga en presencia del autor.
IX. Polémica significa destruir un libro citando unas cuantas de sus frases. Cuanto menos se lo haya estudiado, mejor. Sólo quien pueda destruir podrá criticar.
X. La verdadera polémica aborda un libro con la misma ternura con que un caníbal se guisa un lactante.
XI. El entusiasmo artístico le es ajeno al crítico. En sus manos, la obra de arte es el arma blanca en el combate de los espíritus.
XII. El arte del crítico in nuce: acuñar consignas sin traicionar las ideas. Las consignas de una crítica insuficiente malbaratan el pensamiento en aras de la moda.
XIII. El público deberá padecer siempre injusticias y, no obstante, sentirse siempre representado por el crítico.
Walter Benjamin
"Dirección Única"