26 julio 2007

La seducción

Entusiasmo. ¿Acaso no me entusiasmaba? ¡Oh, claro que sí, qué duda cabe! Yo que ya estaba más allá de la hermosura, excluido de la centelleante red de encanto –yo que no encantaba, yo que nada ganaba, a quien la naturaleza miraba con indiferencia... ah sí, todavía era capaz de entusiasmo, pero también veía claro que mis entusiasmos ya no iban a entusiasmar a nadie... Por ello me arrojaba sobre la vida como un perro apaleado y tiñoso... Pero si en aquella edad se presenta una ocasión de frotarse con la juventud, aunque sea a precio de depravación, y si resulta que la fealdad tiene sus usos, asimilada por la hermosura... ¡Una tentación que barre toda resistencia, irresistible en el sentido más literal! Un entusiasmo sí, incluso una locura taladrante –pero por otra parte... ¡Pero a ver! ¡Un momento! ¡No! ¡Que locura! ¡Cosas así no se hacen! ¡Es demasiado personal! –demasiado privado y peculiar- y sin precendentes! ¡Y adentrarse por aquel demoníaco y extraño camino con él, con un ser que me daba miedo, porque me daba cuenta de que era un extremista, que nos llevaría demasiado lejos!.

Witold Gombrowicz
“Pornografía”