“El olor a fritura parecía llenar su conciencia. Pensó, pero sólo por un instante, que las frituras eran una nueva aberración, como el tramo de carretera con sus tiendas de saldos y sus autocines para mirones. Rápidamente corrigió ese pensamiento casual, pero recordó que las frituras fueron una de las primeras cosas que se han olido en el planeta. Tras el descubrimiento del amor, de la importancia de la caza y de la constancia del sistema solar, vino el olor de la comida frita. Incluso ahora, al final de la cosecha, en los rincones más inaccesibles de los Cárpatos, los pastores bajan de los montes con sus rebaños, en otoño, para oír los violines y los tambores sin encordar de los zínganos, y oler las salchichas girando sobre las brasas de carbón. Las frituras son bárbaras (reniegan de la autoridad) y su magia es la malnutrición, el acné y la vulgaridad. Son indigestas y sumamente olorosas, y pueden ser, si te falla la suerte, lo último que huelas de camino al patíbulo. También son portátiles. Hay que poder comerlas sentado en una montura, o a bordo de una noria de feria, o recorriendo las avenidas y senderos de algún parque de atracciones de pueblo. Hay que poder comerlas con las manos, sacándolas de un cucurucho fabricado con hojas, corteza o piel humana, mientras remas en tu canoa de guerra o marchas hacia el frente. Estaban comiendo frituras cuando hicieron el primer sacrificio humano. Estaban friendo berenjenas en el Coliseo cuando desmembraron al filósofo en la rueda y entregaron el santo a los leones. Estaban comiendo frituras cuando ahorcaron a las brujas, descuartizaron al pretendiente y crucificaron a los ladrones. Las ejecuciones públicas fueron nuestras primeras celebraciones y las frituras son comida de fiesta. También son las comida de los amantes, los jugadores, los viajeros y los nómadas. Al celebrar y enaltecer las frituras, todas las grandes carreteras del mundo mantienen vivos nuestros recuerdos primitivos de cazadores y pescadores errantes, cuando no teníamos historia y teníamos muy poca visión de futuro. Son la comida de los vagabundos espirituales”.
John Cheever
“Esto parece el paraíso”.