22 julio 2010

Introducción a la guerra civil

"Nosotros, decadentes, tenemos los nervios frágiles. Todo, o casi, nos hiere; y el resto no es sino una causa de irritación probable, por lo que prevenimos que nunca se nos toque. Soportamos dosis de verdad cada vez más reducidas, casi nanométricas en este momento, y antes que esto preferimos antídoto a raudales. Imágenes de felicidad, sensaciones plenas y bien conocidas, palabras suaves, sentimientos familiares, e interiores interiores, en resumen, narcosis por kilos, y sobre todo: nada de guerra, sobre todo, nada de guerra. Respecto a lo que puede ser expresado, todo este contexto amniótico-asegurador se reduce al deseo de una antropología positiva. Nosotros necesitamos que uno nos diga lo que es, «un hombre», lo que «nosotros» somos, lo que nos está permitido querer y ser. En definitiva, ésta es una época fanática en muchos aspectos y muy particularmente en este asunto del hombre, en el que uno sublima la evidencia del Bloom. La antropología positiva, en la manera en que domina, no es tal solamente en virtud de una concepción irénica, un poco tonta y amablemente católica, de la naturaleza humana: es positiva en primer lugar en la medida en que presta al «Hombre» cualidades, atributos determinados, predicados substanciales. Es por lo mismo por lo que incluso la antropología pesimista de los anglosajones, con su hipóstasis de los intereses, de las necesidades, del struggle for life, forma parte del proyecto de tranquilizarnos, pues provee también algunas convicciones practicables sobre la esencia del hombre.
Pero nosotros, nosotros que no queremos acomodarnos a ningún tipo de confort, que tenemos ciertamente los nervios frágiles, pero también el proyecto de hacerlos cada vez más resistentes, cada vez más inalterados, a nosotros, nos hace falta otra cosa muy diferente. Nos hace falta una antropología radicalmente negativa, nos hacen falta algunas abstracciones radicalmente vacías, suficientemente transparentes para impedirnos prejuzgar nada, una física que reserve a cada ser y a cada situación su disposición al milagro. Conceptos rompe-espejos para acceder, dar lugar a la experiencia. Para hacerse sus receptáculos.
De los hombres, es decir, de su coexistencia, no podemos decir nada que no nos sirva ostensiblemente de tranquilizante. La imposibilidad de augurar nada de esta implacable libertad nos lleva a designarla según un término no definido, una palabra ciega, por la que uno acostumbra a nombrar aquello de lo cual uno no comprende nada, porque uno no quiere comprender, comprender que el mundo nos requiere. Este vocablo es el de guerra civil. La opción es táctica; se trata de reapropiarse preventivamente de aquello de lo cual estarán necesariamente cubiertas nuestras operaciones".

Tiqqun
"Introducción a la guerra civil" (vía Caosmosis)

20 julio 2010

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"I saw the best minds of my generation destroyed by brevity, over-connectedness, emotionally starving for attention, dragging themselves through virtual communities at 3 am, surrounded by stale pizza and neglected dreams, looking for angry meaning, any meaning, same hat wearing hipsters burning for shared and skeptical approval from the holographic projected dynamo in the technology of the era, who weak connections and recession wounded and directionless, sat up, micro-conversing in the supernatural darkness of Wi-Fi-enabled cafes, floating across the tops of cities, contemplating techno, who bared their brains to the black void of new media and the thought leaders and so called experts who passed through community colleges with radiant, prank playing eyes, hallucinating Seattle- and Tarantino-like settings among pop scholars of war and change, who dropped out in favor of following a creative muse, publishing zines and obscene artworks on the windows of the internet, who cowered in unshaven rooms, in ironic superman underwear burning their money in wastebaskets from the 1980s and listening to Nirvana through paper thin walls, who got busted in their grungy beards riding the Metro through Shinjuku station, who ate digital in painted hotels or drank Elmer's glue in secret alleyways, death or purgatoried their torsos with tattoos taking the place of dreams, that turned into nightmares, because there are no dreams in the New Immediacy, incomparably blind to reality, inventing the new reality, through hollow creations fed through illuminated screens. Screens of shuttering tag clouds and image thumbnails lightning in the mind surfing towards Boards of Canada and Guevara, illuminating all the frozen matrices of time between, megabyted solidities of borders and yesterday's backyard wiffleball dawns, downloaded drunkenness over rooftops, digital storefronts of flickering flash, a sun and moon of programming joyrides sending vibrations to mobile devices set on manner mode during twittering wintering dusks of Peduca, ashtray rantings and coffee stains that hid the mind, who bound themselves to wireless devices for an endless ride of opiated information from CNN.com and Google on sugary highs until the noise of modems and fax machines brought them down shuddering, with limited and vulgar verbiage to comment threads, battered bleak of shared brain devoid of brilliance in the drear light of a monitor, who sank all night in interface's light of Pabst floated out and sat through the stale sake afternoon in desolate pizza parlors, listening to the crack of doom on separate nuclear iPods, who texted continuously 140 characters at a time from park to pond to bar to MOMA to Brooklyn Bridge lost battalion of platonic laconic self proclaimed journalists committed to a revolution of information, jumping down the stoops off of R&B album covers out of the late 1980s, tweeting their screaming vomiting whispering facts and advices and anecdotes of lunchtime sandwiches and cat antics on couches with eyeballs following and shockwaves of analytics and of authority and finding your passion and other jargon, whole intellects underscored and wiped clean in the total recall 24/7 365 assault all under the gaze of once brilliant eyes".

Oyl Miller, en McSweeney's.