"El amor conyugal deviene rapidamente rutina. Sin necesidad de explicitarlas se fijan sus frecuencias y sus modos. No hay nada de malo en eso. Siendo como es funciona como una fuente de afecto, orden y energía en nuestas vidas. El peor error respecto del amor conyugal consiste en pedirle que sea lo que no es: un vehículo de nuestros fantasmas sexuales. Querer encarnar en ése personaje diáfano, eje de nuestra cotidianeidad, nuestras pulsiones oscuras sólo lleva a una dicotomía insoportable en cuya crisis final tendremos que decidir -imposible e innecesariamente- entre prescindir de nuestro soporte afectivo o de nuestros deseos secretos. De lo dicho se deduce, claro está, que la infidelidad, de pensamiento o de hecho, está en la naturaleza misma del vínculo conyugal -extremo, por supuesto, que no necesita ser objeto de explicaciones con el cónyuge. Debemos asumir, sin demostración alguna, que cualquier persona sensata tiene claro el asunto. Todo es cuestión, entonces, de moderación y discreción. Y el que no sea capaz de moderación y discreción, el que no sepa frenar sus tendencias al exceso, mejor hará en prescindir de los beneficios del vínculo conyugal. De más está decir que, no teniendo un pelo de machista, entiendo que la infidelidad es inevitable para ambos conyuges. En lo que concierne a mi matrimonio debo decir que mi impresión es la de que mi mujercita ni roza con el pensamiento este tipo de cuestiones de metafísica conyugal"
Ercole Lissardi
"Ulisa".