“Una anécdota verdadera, aunque se repetía tan a menudo como un chiste, remolcando la barca sin parar, era la del poli que hacía ronda por Court Street y acostumbraba a dispersar los grupos de adolescentes que se reunían por la noche en la entrada de las casas o delante de los bares atajando sus excusas con un “Sí, sí, me lo cuentas por el camino”. Más que nada, aquella historia resumía mi idea de Minna: su impaciencia, el placer que obtenía comprimiendo, haciendo más expresivas, hilarantes y vívidas las cosas cotidianas refundiéndolas. Le encantaba charlar pero detestaba las explicaciones. Una expresión de cariño no tenía gracia si no acababa en insulto. Un insulto mejoraba si también era autocrítico; uno ideal debería servir como muestra de la filosofía callejera o como reanudación de algún debate aletargado. Y cualquier charla era mejor a la carrera, lejos de la acera, entre momentos de acción: aprendimos a contar nuestros cuentos caminando”.
Jonathan Lethem
"Huérfanos de Brooklyn"