09 octubre 2008

Nicolás Casullo (1944 - 2008)


"Un tiempo como el presente, obsesionado por su utópica capacidad de informarlo todo y al instante, termina reponiendo un gesto bíblico originario: contar, previo a todo, de qué se trata el mundo. En qué consiste el inefable Plan de Dios para su criatura. En nuestro caso: saber semanalmente qué aspecto tiene la década ideológica del proyecto divino. Desde este punto de vista, saber que vivimos en «el desencanto de las ideas de cambio», en «el ocaso de cosmovisiones fundadoras del sistema y de utopías milenarias», instancias arrasadas por una cultura massmediática fragmentadora, por el show y el simulacro, por “una política que se construye en la TV” son hiperdatos que importan menos por su certeza o falsedad que por la tranquilidad y el descompromiso que brinda el sabernos, de antemano, historizados, archivados, descubiertos: llevados a una suerte de prematuro discurso epocal.
«Se extinguieron los metarrelatos», «vivimos en el tiempo de las discontinuidades y pluralidades»: la permanente construcción periodística-académica de nuestra campana de época, es una estética mediática sobre «el alma de la historia». Es un servicio informativo sobre el «misterio» de los Inmortales, que nos regresa a las Escrituras reveladoras, a la Providencia, pero entrevistada en suplemento cultural: el gran relato sobre la muerte de los grandes relatos.
Semejante a lo massmediático, que nos ahorra el preguntarnos si por detrás persiste todavía lo real, también la oferta cultural de exponer en las vidrieras el espíritu de la época, que cada tanto tenemos diseñado, nos ahorra pensar si la historia tiene aún memorias irreductibles a los olvidos, fracturas imprevistas o algunos mesianismos no catalogados. En todo caso, ser invitados a entrar a un espíritu de época como al estudiado hall de un hotel cinco estrellas, sabernos ya envidiablemente almacenados para investigaciones futuras sobre los mesurados paradigmas que tuvimos, nos evita el «anacronismo» de relacionar la época con el problema de la conciencia de sus agentes sociales: de discutir la índole de las historias que suceden, en relación a los proyectos sobre cuál historia se quiere".
Nicolás Casullo
"Los cielos de la historia"

01 octubre 2008

Luz y oscuridad

"Llego, entro, prendo la luz de la cocina
y sorpendo a las hormigas coloradas
puliendo los platos y cargando
todos los restos de comida.
No me molestan, pero mentalmente
las advierto sobre la superpoblación:
hasta ahora el ecosistema se mantiene.
Sin embargo, si consigo trabajo,
comeré más, vendrán amigos y mujeres,
habrá más restos, ustedes crecerán
y tendré que echar insecticida.
Sólo esta pobreza puede mantenernos
delicadamente unidos"


Daniel Durand.
"Ruta de la inversión"

30 septiembre 2008

Diamanda Galás

"Este disco, de versiones de, digamos, canciones clásicas, exhibe un gesto de “apropiacionismo” bastante ambicioso. No por nada en su lista figuran los nombres de Johnny Cash y Edith Piaf, por ejemplo. Y ya desde la portada se muestra en toda su potencia; una imagen que se enfrenta a la mirada, la provoca. Y la música es consecuencia natural. O al revés, eso de igual".

Texto completo, aquí.

27 septiembre 2008

Fogwill

"Como descreo de la utilidad de mi trabajo, la productividad me tiene sin cuidado. Sin embargo, la investigación de las causas del trance creativo me apasiona y es tema de mis encuentros con ex alumnos, psicólogos de orientación científica a quienes rescate de la esterilidad del psicoanálisis y cuya obediencia es el único resultado que reivindico de mi paso por la universidad. Sé que no he escrito una sola página que me atreva a publicar que no proceda del dictado de una voz. A veces paso semanas y hasta meses sin escucharla. En períodos de vida ordenada, alimentación natural y bienestar o armonía social, desaparece. El desorden y los conflictos la vuelven a convocar. No he escrito nada que merezca atención sin haber estado sintiendo en el curso de su copia el dictado de alguna emoción del orden de la hostilidad, el rencor, la rabia, el odio, la envidia, y la indignación: formas confusas del conflicto social anuncian algo muy vago. A veces me creo a un paso de comprenderlo y fracaso. Ahora pienso que no dejare de escribir hasta saber que he dado cuenta de ello. De lo que me espera y que ni por un instante dejo que escape a mi conciencia, temo menos a la pérdida de medios que a la complaciente renuncia a la escala de los fines".

Fogwill
"Los libros de la guerra"

03 septiembre 2008

Un año pésimo

"Cree en eso. No pienses en la predestinación, no preguntes porqué hay tanta maldad si dios es infinitamente bueno, ni porqué envía al infierno a tantas criaturas suyas si ya lo sabe todo. Ya pensarás en eso más adelante. Juega en la liga menor, alcanza el estrellato, participa en los mundiales, entra en el templo de los famosos. Entonces podrás sentarte a hacer preguntas, podrás preguntar que aspecto tiene dios, y porqué nacen niños deformes, y quién ha inventado el hambre y la muerte".

John Fante.
"Un año pésimo"

22 agosto 2008

Dora Markus

Tus guantes de lana, mis lentes,
El ratoncito que usabas de amuleto,
La bata blanca, el ruido del motor
De nuestro matrimonio, mis botas verdes,
El preservativo negro, tu diccionario
Francés-español, el olor
De los días del sexo;
Cosas que pegan
En el paladar del inodoro
Y después se van.

Fabian Casas
"El Spleen de Boedo"

Moses Herzog

Tutto fa brodo.
Al hacer un resumen de sí mismo, reconoció que había sido -por dos veces- un mal esposo. A Daisy, su primera esposa, la había tratado miserablemente. Madeleine, su segunda mujer, había intentado manejarlo. Para su hijo y su hija era un padre cariñoso pero malo. Y para sus propios padres, fue un hijo desagradecido. Para su país, era un ciudadano indiferente. A sus hermanos y a su hermana los trataba con afecto, pero se mantenía muy aparte de ellos. Para sus amigos, era un egoísta. En cuanto al amor, era un perezoso. En cuanto a la brillantez, era un hombre apagado. Ante el poder, pasivo. Y respecto a su propia alma, toma una actitud evasiva.
Satisfecho con su propia severidad, disfrutando con la dureza y el rigor de su juicio, yacía en el sofá, con los brazos levantados por detrás y las piernas extendidas sin finalidad.
Y, sin embargo, qué encantadores somos.

Saul Bellow.
"Herzog"

01 agosto 2008

Los empleados

“Compartí una velada con algunos empleados mayores que, durante el día, trabajan como pequeños empelados comerciales. Uno es contable y se encarga de los balances, otro es cajero; hombres equilibrados, en los que no es posible destacar nada fuera de la vida de oficina y el estrecho ámbito domestico. Esa noche fuimos a un baile de viudas en la zona de la Elsässer Strabe –el medio geniuno de Zille*-, con música de metales, trabajadores temporales, viudas fáciles y prostitutas. Se bebía cerveza, y las personas se transformaron ante mis ojos. Ya no eran empleados de oficina oprimidos, sino auténticas fuerzas elementales, que habían saltado su cerco y se divertían de un modo un tanto desenfrenado. Contaban historias groseras, circulaban las bromas, recorrían la sala de un lado a otro, se sumergían en sus vasos y volvían a agitarse. El animador del baile se acercó a nuestra mesa; era un humorista popular un tanto ingenuo que, en cuanto le sirvieron cerveza, comenzó a explayarse espontáneamente sobre sus avatares. Había tenido su época de esplendor como clown musical y evidentemente, desde entonces, había ido rodando la pendiente. Pero lo especialmente curioso en la reunión era que el empleado contable parecía un viejo camarada del animador de baile; mostraba una existencia totalmente antiburguesa, que nunca había conocido interiormente los espacios de una oficina. ¿Por qué no avanzó hasta puestos más altos? Quizá la falta de interés propia de su naturaleza de vagabundo había sido un obstaculo para su ascenso, y ahora era demasiado tarde. Hay una cantidad de figuras fantásticas extrídas de E.T. Hoffmann entre los empleados de edad avanzada. Éstos se han quedado estancados en algún lugar y desde entonces cumplen incesantemente funciones banales, que son cualquier cosa excepto siniestras. Sin embargo, es como si estos hombres estuvieran envueltos en un aura de horror. Ésta procede de las fuerzas corrompidas que no han encontrado salida alguna dentro del orden vigente”.

Siegfried Kracauer
“Los empleados”

31 julio 2008

Créole

"Los haitianos hablan el crèole, un dialecto francés que sólo tiene tiempo presente. En los últimos seis meses viví en Haití con mi hermano, de modo que hablo un poco de ese dialecto. En la actualidad Felix y yo somos hoteleros. Compramos el Grand Hotel Oloffson, un palacio con adornos extravagantes situado en la base de un risco, en Puerto Príncipe.
Imaginen un idioma con sólo tiempo presente. Nuestro jefe de camareros, Hippolyte Paul De Mille, que afirma tener ochenta años de edad y cincuenta y nueve descendientes, me preguntó por mi padre.
- ¿Está muerto?- dijo en créole.
- Está muerto- convine. No podía haber discusión al respecto.
- ¿Qué hace?- preguntó Hippolyte.
- Pinta- contesté.
- Me agrada- dijo él.

Kurt Vonnegut.
"Deadeye Dick"

26 junio 2008

Guy Debord







Y a proposito del anterior: "Me dicen que el beber me quita tiempo para escribir, pero así es como debería ser siempre: escribir debería ser una rareza, pues uno ha de haber bebido mucho antes de encontrar la excelencia" (Guy Debord)

This Is The Modern World



Lo único que se oye por estos días. Discazo de 1977, del que rescatamos esta frase hermosa: "Te necesito para que me mantengas sobrio cuando el mundo no parece tan grandioso, y es difícil, sabes?" de 'I Need You (For Someone)'.

25 junio 2008

Nota sobre la construcción de las masas

Alguna gente es joven y nada
más y
alguna gente es vieja y nada
más
y alguna está en el medio y
sólo en el medio

Y si las moscas usaran
ropa
y todos los edificios ardieran en
fuego dorado
si el cielo se sacudiera como
en la danza del vientre
y todas las bombas atómicas empezaran a
gritar
alguna gente sería joven y nada
más y
alguna gente vieja y nada
más y el resto sería lo mismo
el resto sería lo mismo

Los pocos diferentes
son eliminados bastante rápido
por la policía, por sus madres, por
hermanos,
y otros
por sí mismos

Lo que queda es lo que
ves

Es duro.

Charles Bukowski.

24 junio 2008

11 Tesis sobre la Política




1. La política no es el ejercicio del poder. Debe ser definida por sí misma, como una modalidad específica de la acción, llevada a la práctica por un tipo particular de sujeto, y derivando de una clase de racionalidad específica. Es la relación política la que hace posible concebir al sujeto político, no a la inversa.
2. Lo peculiar de la política es la existencia de un sujeto definido por su participación en opuestos. La política es un tipo de acción paradójica.
3. La política es una ruptura específica de la lógica del arkhé, dado que no presupone simplemente la ruptura de la distribución “normal” de las posiciones entre quien ejercita el poder y quien lo sufre sino también una ruptura en la idea de las disposiciones que hacen a las personas “adecuadas” a estas posiciones.
4. La democracia no es un régimen político. Es una ruptura de la lógica del arkhé, en otras palabras, la anticipación de la regla en la disposición por él. La democracia es el régimen de la política en tanto forma de relación que define a un sujeto específico.
5. El pueblo, que es el sujeto de la democracia, y por lo tanto el sujeto matricial de la política, no es el conjunto de los miembros de la comunidad o la clase obrera o la población. Es la parte suplementaria en relación a cualquiera de las partes contables de la población que hace posible identificar la cuenta de los incontados con la totalidad de la comunidad.
6. La esencia de la política es la acción de sujetos suplementarios inscriptos como un plusvalor en relación a cualquier cuenta de las partes de una sociedad.
7. Si la política es el trazado de una diferencia evanescente en la distribución de las partes sociales, entonces su existencia no es de ninguna manera necesaria. Por el contrario, la política sucede siempre como un accidente recurrente en la historia de las formas de la dominación. El objeto esencial del litigio político es la existencia misma de la política.
8. La política es específicamente antagónica a lo policial. Lo policial es una distribución de lo visible cuyo principio es la ausencia del vacío y el suplemento.
9. La tarea esencial de la política es la configuración de su propio espacio, lograr que el mundo de sus sujetos y sus operaciones resulten visibles. La esencia de la política es la manifestación del disenso, en tanto presencia de dos mundos en uno.
10. La característica fundamental de la filosofía política consiste tanto en anclar la acción política en una modalidad específica del ser como en ocultar el litigio que es constitutivo de la política. Es en la descripción misma del mundo de la política que la filosofía produce este ocultamiento. Por otra parte, la efectividad de esta operación es perpetuada en las descripciones no filosóficas o anti-filosóficas de este mundo.
11. El “fin de la política” y el “retorno de la política” son dos maneras complementarias de cancelar la política a través de una relación simple entre el estado de lo social y el estado de los aparatos estatales. “Consenso” es el nombre vulgar de esta cancelación.

Jacques Rancière
"11 Tesis sobre la Política".

George Carlin (1937 - 2008)




El domingo pasado murió George Carlin. Otro ácido que, como Vonnegut, apelaba a los chistes prácticos para develar las contradicciones y sinsentidos del ser humano; en especial, el norteamericano. Autor del mítico "Siete palabras que no se pueden decir en televisión", Carlin las emprendía obsecadamente contra la religión, la pacatería sobre el aborto y los censuradores criterios tradicionalistas, en general.
Una lástima. Era de los que bien sabían que la risa era "el alma buscando un alivio" para nuestros días.

22 junio 2008

Cosas que hacen BUM (2)




"Al final, lo que pasa es que vas por la vida como si arrastraras una red de pesca, y la red cada vez pesa más porque está más llena de recuerdos, y no hay manera de parar en algún lado y soltar algunos de ellos. Estás condenado a arrastrar para siempre todo lo que atrapa la red de tus movimientos. ¿Qué hay dentro?. De todo, como en las redes de verdad. Hay tiburones y sardinas, hay salmonetes deliciosos, pulpos, medusas venenosas y erizos punzantes. Y también hay rémoras. Sobre todo rémoras".

Kiko Amat
"Cosas que hacen BUM"

01 junio 2008

Dance Dance Dance

Había una mujer que de vez en cuando se quedaba a dormir en mi apartamento. Luego desayunábamos juntos, y ella se iba al trabajo. Tampoco ella tiene nombre, pero sólo porque no es un personaje de esta historia. Aparece brevemente y desaparece enseguida. Por eso no le pongo nombre, para no liar las cosas. Pero que nadie piense que me la tomo a la ligera. La apreciaba mucho, y la sigo apreciando ahora que ya no está.

Éramos amigos, por así decirlo. Era, al menos, la única persona con la que podía decir que me unía cierta amistad. Tenía un novio formal, que no era yo. Trabajaba en una compañía de teléfonos, preparando las facturas con el ordenador. Ni yo le pregunté sobre su trabajo ni ella me contó demasiado, pero creo que era eso. Calcular el montante de las facturas telefónicas de otras personas, preparar los recibos, algo por el estilo. Por eso todos los meses, al ver en el buzón el recibo del teléfono, me daba la impresión de estar recibiendo una carta personal.

Además se acostaba conmigo. Dos o tres veces al mes, más o menos. Pensaba que yo había caído de la luna o de algún lugar semejante. “¿Aún no te has vuelto a la luna?” me pregunta entre risas. Estamos en la cama, desnudos, nuestros cuerpos muy juntos, sus pechos contra mi costado. Así pasamos muchas noches, charlando hasta el amanecer. El ruido de la autopista no cesa ni un momento. En la radio suena monótona una canción de los Human League. Human League. ¡Qué nombre tan absurdo! ¿Por qué usarán un nombre tan sin sentido? Antes la gente era mucho más moderada a la hora de ponerle nombre a un grupo. Imperials, Supremes, Flamingos, Falcons, Impressions, Doors, Four Seasons, Beach Boys.

Ella ríe cuando me oye decir estas cosas. Y luego dice que soy un tipo raro, distinto. En qué soy distinto, eso es algo que desconozco. Yo creo que soy una persona tremendamente normal con una forma de pensar tremendamente normal. Human League.

“Me gusta estar contigo”, me dice. “A veces me vienen unas ganas tremendas de estar contigo. En el trabajo, por ejemplo.”

“Aha”

“A veces”, dice ella marcando las palabras. Y luego deja pasar unos treinta segundos. La canción de los Human League ha terminado, y ahora suena algo de un grupo que no conozco. “Ese es tu problema”, continúa. “Me encanta estar así los dos juntos, pero no se me ocurriría pasar todo el día contigo, de la mañana a la noche. ¿Por qué será?”

“Ni idea.”

“No es que esté incómoda contigo. Es sólo que, cuando estamos juntos, a veces me da la impresión de que el aire se vuelve increíblemente liviano. Como si estuviéramos en la luna.”

“Este es un pequeño paso para el hombre...”

“No estoy bromeando”, me contesta incorporándose en la cama y mirándome de frente. “Lo digo por tu bien. ¿Hay alguna otra persona que te diga estas cosas? ¿Qué me dices? ¿Acaso tienes a alguien?”

“A nadie”, le digo sinceramente. Absolutamente a nadie.

Vuelve a tumbarse, apoyando sus pechos en mi costado. La palma de mi mano le acaricia suavemente la espalda.

“Pues eso. Cuando estoy contigo, hay veces que el aire se hace muy liviano, como en la luna.”

“El aire de la luna no es liviano” le apunto. “En la superficie de la luna no hay absolutamente nada de aire. Por eso...”

“Es liviano”, susurra ella. No sé si ha ignorado mis palabras o si no las ha oído en absoluto. Pero oírla hablar en voz baja me pone nervioso. No sé por qué, pero hay algo en su susurro que me inquieta. “Increíblemente liviano, a veces. Es como si tú y yo respiráramos aires totalmente distintos. Lo sé.”

“Faltan datos” le digo.

“¿Quieres decir que no sé nada sobre ti?”

“Tampoco yo sé demasiado de mí mismo” contesto. “Lo digo en serio, no es que trate de filosofar. Es más real que todo eso. Faltan datos así, en general.”

“Pues ya eres mayorcito. ¿Qué edad tienes? ¿Treinta y tres?” Ella tiene veintiséis.

“Treinta y cuatro”, la corrijo. “Treinta y cuatro años y dos meses.”

Ella mueve la cabeza. Luego se levanta de la cama, se acerca a la ventana y abre la cortina. Se ha puesto mi pijama.

“Vuélvete a la luna”, me dice mientras la señala con el dedo.

“¿No hace frío?”, le pregunto.

“¿Quieres decir en la luna?”

“No, estoy hablando de ti”, contesto. Estamos en Febrero. Junto a la ventana, su respiración se ha vuelto blanca, pero sólo al oír mis palabras parece tomar consciencia de ello.

Se apresura a volver a la cama. La abrazo, y noto el frío del pijama. Aprieta su nariz contra mi cuello. Está helada. “Te quiero”, me dice.

Quiero decir algo, pero no me salen las palabras. Ella me gusta mucho. El tiempo se pasa volando cuando estamos los dos así, en la cama. Me gusta dar calor a su cuerpo y acariciar su pelo. Escuchar el leve sonido de su respiración al dormir, llevarla al trabajo por la mañana, recibir la factura de teléfono que ella ha calculado (o eso quiero creer), verla con mi pijama puesto, que le queda grande. Pero no puedo expresarlo con palabras cuando llega el momento. No estoy enamorado de ella, pero tampoco vale decir simplemente que me gusta.

¿Qué se supone que debo decir?

El caso es que no soy capaz de decir nada. No se me aparecen las palabras necesarias. Sé que mi silencio la hiere. Ella no quiere que me dé cuenta, pero lo siento. Lo siento mientras acaricio la suave piel de su espalda sobre la espina dorsal. Muy claramente. Nos abrazamos en silencio durante unos instantes, escuchando una canción de título desconocido. Su mano está apoyada en mi vientre.

“Cásate con una mujer de la luna y crea con ella una estupenda familia de lunáticos”, me dice con dulzura. “Es lo mejor que puedes hacer.”

Sin dejar de abrazarla, observo la luna por encima de su hombro, a través de la ventana abierta. De vez en cuando atraviesan la autopista enormes camiones cargados de algo muy pesado y levantando un estruendo lleno de malos presagios, como un iceberg que comienza a derrumbarse. Me pregunto cuál será su carga.

“¿Qué tienes para desayunar?” me pregunta.

“Nada fuera de lo normal. Lo de siempre. Jamón, huevos, tostadas, la ensalada de patata que me hice ayer, y café. Si quieres, te lo preparo con leche caliente” contesto.

“Estupendo”, me dice con una sonrisa. “¿Por qué no preparas unos huevos con jamón, y me sirves el café con tostadas?”

“Ningún problema” le aseguro.

“¿Sabes qué es lo que más me gusta del mundo?”

“Francamente, no tengo ni idea.”

“Lo que más me gusta”, me dice mirándome a los ojos, “es estar en la cama una fría mañana de invierno, sin ninguna gana de levantarme. Y entonces oler el aroma del café, y oír el sonido de los huevos con jamón al freírse, y el crujir de las tostadas cuando las cortan, y saltar de la cama sin poderme contener.”

“Pues vamos a verlo”, le digo riendo.

*
No soy un tipo raro.

Eso creo, de verdad.

No voy a decir que sea el prototipo de la persona corriente, pero no soy raro. A mi manera, soy un ser humano absolutamente normal. Soy, necesariamente, todo lo normal que se pueda ser. Y esto es tan obvio, que lo que piensen los demás no me preocupa lo más mínimo. No es mi problema; en todo caso, será su problema.

Hay quienes me tienen por más imbécil de lo que soy. Otros, en cambio, me creen excesivamente calculador. Pero eso me da igual. Además, ese “más de lo que soy” es sólo una forma de expresar una comparación con la imagen que tengo de mí mismo. Los demás me pueden ver imbécil o calculador, pero ése es un problema que no me preocupa. No hay malentendidos en el mundo, sólo diferentes formas de pensar. Y esta es mi forma de pensar.

Pero también hay personas que pueden extraer la normalidad que hay en mí. Son muy escasas, pero existen. Ellos/as y yo nos atraemos mutuamente de una forma completamente natural, como dos planetas flotando en el espacio oscuro del universo, y luego nos separamos. Aparecen en mi vida, se relacionan conmigo, y un buen día desaparecen. Son mis amigos, mis amantes, mi esposa incluso. A veces acabamos enfrentados. Pero siempre, en todos los casos, acaban yéndose. Se rinden, o pierden las esperanzas, o caen en el silencio (no sale nada del grifo, por muchas vueltas que le den), y finalmente desaparecen. Tengo una habitación con dos puertas. Una de entrada, otra de salida. Las dos no son compatibles. No se puede salir por la entrada, ni entrar por la salida. Esas son las reglas. La gente entra por la entrada, y sale por la salida. Hay muchas formas de entrar y muchas formas de salir. Pero lo que no cambia es que todos acaban saliendo. Unos se fueron en busca de nuevas posibilidades, otros por ahorrar tiempo. Otros murieron. No ha quedado nadie. No hay nadie en la habitación, sólo yo. Tengo siempre muy presente su ausencia. La de quienes se fueron. Las palabras que dijeron, los alientos que exhalaron, las canciones que tararearon... Todo lo veo flotando como un polvillo por las esquinas de la habitación.

Probablemente, la imagen que ellos vieron de mí se acercaba bastante a la realidad. Por eso se me aproximaron, y por eso también se fueron. Ellos reconocieron la normalidad que hay en mí, y mis sinceros esfuerzos por conservarla. Me hablaron y me abrieron su corazón. Casi todos se portaron bien conmigo. Pero no había nada que yo pudiera darles, y si algo les di no fue suficiente. Siempre me esforcé por darles todo lo posible. Hice todo lo que pude. Y también buscaba algo en ellos. Pero al final no resultó. Y se fueron.

Es duro, por supuesto.

Pero más duro aún es el hecho de que salieran de la habitación mucho más tristes que cuando entraron. Salían con una parte de sí mismos erosionada. Yo me daba cuenta de ello. Es curioso, pero ellos parecían estar mucho más erosionados que yo. ¿Por qué será? ¿Por qué siempre quedo yo? ¿Y por qué queda siempre en mis manos la sombra de alguien erosionado? ¿Por qué? No lo sé.

Faltan datos.

Por eso nunca obtengo la solución.

Hay algo que falta.

Un día, al volver de una reunión de trabajo, encontré una postal en el buzón. Era una foto de un astronauta caminando por la superficie de la luna. No había remite, pero al primer vistazo supe quién me la enviaba.

“Será mejor que no volvamos a vernos”, había escrito. “Pronto me casaré con un terrícola.”

Escuché el sonido de la puerta al cerrarse.

Datos insuficientes. No hay solución. Pulse Borrar.

Pantalla en blanco.

Me pregunto cuánto tiempo más van a continuar así las cosas. Tengo ya treinta y cuatro años. ¿Hasta cuándo?

No estaba triste. Al fin y al cabo, estaba claro que yo era el único responsable. Era natural que ella se alejara de mí, y lo sabía desde el principio. Los dos lo sabíamos. Pero perseguíamos un modesto milagro, una oportunidad de cambiar las cosas en lo fundamental. Pero esa oportunidad no se presentó, claro. Y ella salió. Cuando se fue me sentí solo, pero era una soledad que ya había experimentado antes. Sabía que acabaría superándola.

Ya estoy acostumbrado.

Pensar estas cosas me hace sentir mal. Siento surgir en mis entrañas un líquido negro que pugna por subir hasta la garganta. Me pongo delante del espejo del cuarto de baño. Este soy yo. Sí, ése eres tú. También tú estás gastado, mucho más de lo que crees. Me veo la cara más sucia y envejecida que nunca. Me lavo la cara meticulosamente con jabón, y me doy unas friegas con la loción. Luego me lavo las manos, y me seco bien con una toalla nueva. Voy a la cocina y ordeno los contenidos del frigorífico mientras bebo una lata de cerveza. Tiro los tomates echados a perder, alineo las cervezas, cambio de sitio las fiambreras, hago la lista de la compra.

Al amanecer estoy solo, y mientras miro distraídamente la luna me pregunto hasta cuándo seguirá esto. Seguramente encontraré a otra mujer dentro de poco. Y nos atraeremos de forma natural, como dos planetas. Y esperaremos inútilmente un milagro, malgastando el tiempo, erosionando nuestros corazones. Hasta que nos separemos.

¿Hasta cuándo?

Haruki Murakami.

04 mayo 2008

Tan lejos de los dioses

El hombre, tan omnívoro y callado,
metiéndose en la ropa, atravesando
hileras de botones que se abren
o patíbulos, puertas o tristezas,
bajando en ascensores al invierno,
bostezando, subiendo a colectivos
que pegan coletazos de colores
en todas las esquinas, detestando,
viajando entre sus prójimos lejanos,
tan frágil, vertical, embotellado,
tan buscador, tan lejos de los dioses,
trasnochado mamífero embustero
que emana de la boca de los subtes,
que fuma, tan mendigo del asombro,
tan rey cuando le lustran los zapatos,
tan peatonal y bípedo sin cielo,
regresando con tráfico en las venas,
cautivo en geometrías y bullicio,
soñando alcantarillas, despertando.
Tan asfáltico, el hombre, tan urbano.

Pedro Mairal

"Tigre como los pájaros"

19 marzo 2008

Eric Copeland


"El año del impecable tercer trabajo de Panda Bear y del alucinante debut del “colectivo animal” para el sello Domino, dejó en el camino el cerebral y extraño segundo disco solista de Eric Copeland, miembro de Black Dice (uno de los pocos grupos que le hacen el peso a los nombrados) y compañero de Avey Tare en Terrestial Tones. Tras un desapercibido “Stolen Moments” (Creation Soul, 2004), Copeland toma distancia tanto de la empatía sonora (Panda Bear dixit) como del radicalismo de su banda titular, internándose en los senderos de la composición meditada, reflexiva, conceptualmente justificada. De ahí que nada de gratuito pueda hallarse en un título como “Hermaphrodite”; idea base e indicio de una composición que busca orgánicamente desarrollarse y mutar".


Texto completo, aquí.